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Diario Impreso Independiente de Astorga y sus Comarcas
sábado, septiembre 13, 2025

Boicoteos que carga el diablo

«Cuando creímos que teníamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas»
Mario Benedetti. Poeta uruguayo
Enrique RAMOS CRESPO
Se va la semana con otro susto al anunciarse que el boicot de España al estado de Israel por su arrasadora campaña militar en Gaza (y también Cisjordania), tiene como cercana repercusión la cancelación del programa SILAM, que con tecnología israelí pretendía dotar de baterías lanzacohetes basadas en Astorga al Ejército de Tierra. Defensa ya ha dicho que está buscando alternativas desde mayo, pero tenemos la suficiente experiencia como para saber que si las cosas pintan mal, irán mal.
Aunque lo “gordo” son contratos como el que afecta a Astorga (y otros que no tienen que ver con la industria militar), lo llamativo es el boicot que está obligando a interrumpir varias etapas y alterar los recorridos en la Vuelta Ciclista a España. “No se debe politizar el deporte”, dicen unos. Ya. Eso era en tiempos del barón de Coubertain. Al contrario de lo que hacían los griegos, que con sus juegos olímpicos, y píticos, y áticos, decretaban una tregua de violencia, en el mundo moderno, hemos sublimado nuestros ejércitos en los atletas de cada país queriendo ganar medallas donde antes se ganaban guerras. Desde Hitler con sus juegos Olímpicos de Berlín en 1936, cada vuelta de tuerca al deporte ha sido una nueva politización: el atentado de los palestinos de Septiembre Negro a la delegación de deportistas israelíes en los juegos olímpicos de Munich 1972; el boicot de Estados Unidos a los juegos de Moscú de 1980 y el recíproco soviético a los juegos de Los Ángeles 1984; las actuales proscripciones a deportistas rusos o bielorrusos… No se debe politizar el deporte, cierto, pero quien empezó quizás no fueron los que salen con las banderas palestinas a las carreteras, sino estados que quisieron poner sus banderas en equipos ciclistas como Israel, pero también los Emiratos Árabes Unidos, o Bahrein, o mucho antes Kazajstan con el Astana. De manera absolutamente sutil, pero a este tipo de patrocinios también los podríamos calificar de “guerra híbrida”.
Con esto de los boicoteos de países enteros a países enteros hay que tener mucho cuidado. Se ha instalado la especie de que el Apartheid en Sudáfrica murió por el aislamiento internacional al régimen segregacionista blanco. Algo haría, pero ya en 1964 se adoptaron desde la ONU medidas contra Sudáfrica, también se le prohibió participar en competiciones deportivas internacionales. Hasta 1991, los blancos de Pretoria no convocaron elecciones en las que pudieran votar también los negros. En casi treinta años las sanciones parece que no hicieron mucho daño. En lugar de eso, durante más de una década, Sudáfrica fue el gendarme de todo el África Austral con el ejército más poderoso y mejor armado interviniendo sin tapujos en países limítrofes como Angola, Mozambique, Namibia o Zambia.
El país más sancionado y aislado del mundo por lo longevo de sus sanciones (en los últimos dos años Rusia lo es más por volumen) es Corea del Norte. Pues ahí sigue el nieto de esa dinastía supuestamente comunista reinando tan feliz como una lombriz. Como ocurrió en Sudáfrica, si algún día cae ese régimen, lo hará por una implosión generada desde dentro. Las sanciones, al no matarte, te hacen más fuerte. De hecho, Rusia, mientras los países sancionadores tienen tasas de crecimiento por debajo del 2% y algunos como Alemania decrecen, ha aumentado su PIB un 4,3% el año pasado. Nada mal para un país en guerra.
En la segunda mitad de los 90, las carreteras francesas se cuajaron de agricultores que bloqueaban el tránsito de los productos agrarios españoles. Ya éramos país UE, pero los paysannes franceses seguían empeñados en que África empezaba en los Pirineos y que nuestro vino, nuestros tomates o nuestras peras, eran competencia desleal por ser más baratos y, probablemente mejores. Aquello desató una ola de francofobia en todo el país: no compremos productos franceses, se decía. La cosa empezó a tener sus aristas: un Renault fabricado en Valladolid ¿es francés o es español? Unas ruedas Michelin hechas en Aranda de Duero ¿son francesas o son españolas? Si boicoteo esas marcas ¿le hago la pascua a Francia o las familias vallisoletanas o arandinas?
Pero cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba, y el tonto sigue y nada menos que la ministra de Agricultura, en lugar de marcharse a arreglar las cosas hablando y negociando, se puso desde cualquier micrófono que le acercaban a atizar la ola de francofobia y el boicot a los productos franceses. La tal Loyola de Palacio, andando con el tiempo contrajo una enfermedad grave y falleció prematuramente. Entre las esquelas aparecidas en los medios de comunicación a raíz del infortunio, una de BNP (Banque National de Paris), poderosa multinacional financiera francesa de la que la buena señora que reputamos de Agustina de Aragón de huertos y viñas, había devenido como integrante del consejo de administración una vez que dejó la política. Y es que, entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero.

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