Marco A. Macía – Pasando el Puerto
Veintisiete años después de Veguellina cierra la azucarera de La Bañeza. Los hierros oxidados, la colonia de cigüeñas y el enjambre de chatarra de la primera alarga la sombra hacia la segunda. La empresa que gestiona esta fábrica arrastra insuficientes ganancias -que no pérdidas- y cegada por las cifras alza el vuelo y ahí te quedas. Ahora los comunicados, acuerdos plenarios y manifiestos dejan de tener importancia porque la cuenta de resultados no habla el mismo idioma que los lamentos. Es muy contradictorio y preocupante que la principal provincia española en cultivo de remolacha no disponga de ninguna fábrica procesadora para sus cosechas. Las superficies de este cultivo han crecido más de dos dígitos desde el año 22. Llevar remolachas a Olmedo o Toro incrementarán costes en el procesamiento. La optimización de la producción ha crecido notablemente. La decisión no se entiende. Todo apunta a deslocalización irreverente: la figura de moda cuando el mercado no tiene cara ni ojos ni forma ni color. Y eso es lo malo. Que nadie le pone cara al mercado siquiera para cambiar de acera y mirarlo mal.
