Pasando el puerto – M. A. Macía
Es indudable que solo determinados lugares pueden disfrutar de sus pasiones por encima de sus posibilidades. Es el caso de Astorga. Ante el dramón que se forma en cada familia cuando alguien pronuncia la palabra infarto, que significa golpe inesperado que visita sin respeto por la edad, un grupo de infartados son capaces de dar la vuelta del calcetín de esa visita inesperada y certera en el lado izquierdo del tórax, y convierten su dolencia en una semana de actividades, divulgación y convivencia. Desde luego que no gastaron el ingenio bautizándola como la Semana del Corazón, a pesar de poner su corazón punteado y abierto como excusa para movilizar a la ciudadanía. Pero derrochan dedicación y cariño convocando diariamente a los cardiólogos más punteros para rodearse de ciencia y buenos consejos entre quienes disfrutan de una segunda oportunidad y regalar múltiples recomendaciones que, de ignorarlas, suponen más números en el impepinable sorteo diario. Es un ejemplo, otro más, de esos que se producen en Astorga por la pasión de unos rebeldes que de vivir en otras latitudes, quizá se ocultarían al mundo para lamer en soledad sus heridas y lamentar su pena. Pero éstos no. Los del corazón se mueven con energía impropia. Quizá conscientes de que las segundas oportunidades deben aprovecharse doblemente.



