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viernes, agosto 1, 2025

España ya no peregrina

Miguel Pérez Cabezas, presidente de Camino Francés Federación
Este mes de julio, miles de personas han llegado a Santiago de Compostela desde lugares tan dispares como Corea del Sur, México, Australia o Estados Unidos. Lo hacen tras semanas —y a veces meses— de caminar con sus mochilas a la espalda, buscando una experiencia transformadora. Pero cada año es más evidente una paradoja: mientras el mundo se vuelca con la peregrinación a Compostela, los españoles se alejan de ella.
España, país de caminos milenarios, está perdiendo el hábito de peregrinar. Lo dicen los números: hace quince años, en época estival, eran los peregrinos españoles quienes tomaban el relevo a los extranjeros y llenaban el Camino de Santiago. Hoy, su presencia como caminantes de largo recorrido ha descendido más de un 25%, y en muchos tramos emblemáticos como el Camino Francés, su peso es residual.
¿Por qué ocurre esto? Parte de la respuesta está en el modelo de promoción que se ha consolidado desde las instituciones públicas y privadas. Frente al Camino entendido como experiencia de transformación, esfuerzo y encuentro se ofrece hoy un producto turístico rápido, cómodo, superficial. La peregrinación se convierte así en una actividad de fin de semana, sin mochila, sin etapas, sin historia compartida.
Esta banalización del Camino no es solo una cuestión simbólica. Tiene efectos reales sobre la convivencia entre los peregrinos y con los vecinos por los lugares que pasan; sobre la red de albergues tradicionales y sobre el sentido de una ruta que ha sido durante siglos una escuela de humanidad. Hospitaleros voluntarios, que ofrecen acogida en albergues sin ánimo de lucro, constatan cada día la confusión que reina entre muchos caminantes, que exigen más de lo que están dispuestos a compartir, protestan por servicios gratuitos o incluso desprecian la hospitalidad tradicional.
Los españoles estamos contribuyendo, con esta manera de consumir Camino, a obligar a peregrinos, cansados pero ilusionados por llegar a su meta, a renunciar, según rutas o épocas del año, a peregrinar ante la avalancha de seres sonrientes, descansados y despreocupados –por ellos y por cómo va el mundo– que con pequeñas mochilas se pasean hasta Santiago antes de irse de vacaciones.
Esto no es una llamada nostálgica al pasado. Es una advertencia sobre el futuro. Porque el Camino de Santiago no es solo un itinerario turístico: es un patrimonio vivo, un laboratorio de convivencia, una reserva espiritual de Europa. Y su sentido profundo no se mantiene solo: requiere de caminantes dispuestos a vivirlo, no solo a consumirlo.
En 2010, los españoles disfrutábamos de las mismas vacaciones que hoy en día, pero soñábamos con realizar una experiencia única que marcaría nuestra vida, tal y como así lo aseguraban quienes se aventuraron a ella. Hoy, sin embargo, no disponemos de ese número de día de vacaciones, o eso se argumenta, y preferimos presionar el Camino con un volumen de gente de andar despreocupado y, en ocasiones, poco reflexivo y respetuoso. Un Camino, como el Turismo, devorador.
Que lo sepan quienes así lo hacen. No están peregrinando a Santiago, están obedeciendo a una estrategia de marketing, de banalidad y de moda pasajera.
España tiene la fortuna de contar con uno de los espacios sagrados más grande, universal, accesible y terapéutico del mundo. ¿Vamos a dejar que se convierta en una postal más? ¿No merecería la pena recuperarlo como una oportunidad real de sanación personal y social, especialmente en tiempos de incertidumbre y fractura como los actuales?
Esta tribuna no pretende imponer un único modo de recorrer el Camino. Cada uno lo hace como puede y como quiere. Pero sí quiere defender el derecho a seguir ofreciendo —y valorando— la experiencia completa, exigente y bella de la peregrinación auténtica. La que transforma a quien la vive. La que devuelve al caminante diferente a cómo partió.
Sanar de verdad, en tiempos tan difíciles para Occidente, es una tarea profunda y más necesaria que nunca. No la subestimen. No renuncien a ella.
Porque peregrinar es una cosa y andar o trasladarse a Santiago otra bien distinta. Y esa diferencia, tan fina como profunda, empieza cuando uno decide caminar de verdad.
Firman colectivamente
La Red de Albergues de Acogida Tradicional y asociaciones del Camino de Santiago Francés
Organización que aglutina todas las asociaciones del Camino Francés que gestionan y asesoran a más de 22 albergues de Acogida Tradicional del Camino de Santiago.
Contacto:
presidente@caminofrancesfederacion.com

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