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viernes, agosto 22, 2025

La pirámide era la de Madoff. La gran estafa social

Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que casi nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre.

Carl Sagan. Astrónomo y divulgador norteamericano

Allá por los años 40 del siglo pasado, el psicólogo Abraham Maslow formuló en un visual gráfico en forma de pirámide (más bien de triángulo) la jerarquía de las necesidades humanas. En la parte baja están las necesidades inmediatas y fisiológicas; en la parte inmediatamente superior, está la seguridad física, de empleo, de recursos, moral, familiar o de propiedad privada; en el tercer piso estarían la amistad, el afecto y la intimidad sexual; en el espacio inmediatamente superior colocaron el autorreconocimiento, el respeto o el éxito y en la cúspide se sitúan aspectos relacionados con la autorrealización (la creatividad, la moral, la empatía, la capacidad de resolver problemas)

El esquema pretendía explicar cómo el ser humano jerarquiza todas esas necesidades para generar su vida en sociedad y hacerla más eficiente. Es cierto que lo hace de manera bastante simplista y con el tiempo ha habido otros psicólogos, sociólogos y psicólogos sociales que han cuestionado y revisado esta teoría incidiendo sobre todo en que, al final, esta jerarquía de necesidades, genera también una jerarquía social medievalizando la sociedad en castas y jerarquías.

Seguramente en las sociedades “puntocero” a Maslow y su pirámide le hagan falta alguna revisión todavía más a fondo de las que le hicieron en los años 70 y 80.

La tecnologización del mundo nos está llevando a una perversión de nuestras jerarquías de valores: a partir de las zonas bajas de la pirámide, la puesta en valor de las realizaciones humanas se subvierte cada día. El referente no es el gran científico o el artista; ya ni siquiera el humano dotado de un gran físico para el fútbol o el tenis: ahora los jóvenes quieren ser ese “incel” que se pasa 20 horas diarias en un cubículo sin ventilar desde el siglo pasado ante tres pantallas de ordenador perorando imbecilidades y bulos; normalmente reaccionarios, pero sin las lecturas debidas porque sus parroquianos precisamente lo que no quieren es pensar, sino tener consignas.

Cuesta reconocer el procedimiento por el que un retrasado escupiendo “banabarbaridades” en YouTube se puede hacer de oro; y ahí está la gracia de esta sociedad tecnológica. Llegar a todos como una mancha de aceite es la nueva piedra filosofal; permear los cerebros o lo que va quedando de ellos sin que nos demos cuenta y sin que ni siquiera nos preocupemos de por qué ocurre es el gran éxito de la nueva sociedad que ha barrido los fundamentos que nos han traído hasta aquí, pirámide de Maslow incluida.

En realidad, la historia del mundo es una historia de grandes manipulaciones; decía Baroja que se engaña antes a una colectividad que a un individuo y Mark Twain rubricaba este pensamiento recordando que es mucho más fácil engañar a alguien que convencerle de que ha sido engañado. Las guerras siempre se hacen bajo banderas o símbolos religiosos, pero siempre mueren los mismos y también medran los mismos. Claro, si a los que van a morir les dicen que lo harán porque el magnate de turno se haga más rico, no acudirán; pero si les ponemos como causa de su inmolación una cruz, un creciente islámico o una estrella de David o una bandera de cualquier país, entonces ya la cosa cambia y el engaño sí que es más digerible; por eso sí que morimos a gusto.

En las sociedades tecnológicas esta ingeniería del engaño se ha depurado tanto que ya no es necesario el señuelo de la patria o la religión para alienar a nadie. Ahora todo es líquido y está en ese mundo del éter cibernético; el dinero es virtual, el amor es virtual, el éxito es virtual, el fracaso también es virtual. La pobreza no; la pobreza es real y a eso te está llevando, sin que te des cuenta, el que maneja los hilos de ese mundo que no acabas de entender.

Mientras nos seguimos embobando con los nuevos reclamos del abismo y con el rescoldo de los viejos (telerrealidad, deporte forofo, prensa rosa…) los listos se están llevando los pisos superiores de la pirámide de Maslow. A la generalidad le va a quedar respirar (polución), comer (poco y malo), reproducirse (con un orden) y sobrevivir (en casas cada vez más pequeñas y compartidas). Los peldaños de la autorrealización, la creatividad, el conocimiento de lo que no tenga una traducción productiva y tantas cosas que no tengan que ver con la supervivencia inmediata se quedarán para una elite.

Es, en resumen, el sistema de un colosal timo a los de siempre. La pirámide de Maslow, es, en realidad, la de Madoff, aquel estafador norteamericano que desarrolló una empresa de inversiones con un sistema piramidal “Ponzi” que seguía funcionando y dando jugosas rentabilidades en tanto entraba por la base del sistema dinero nuevo para hacer frente a los intereses que había que abonar.

ENRIQUE-RAMOS-2

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