J.J.A.PERANDONES – La tolva
En la extensa estación del oeste, abierta en 1896 y con construcción de edificaciones, de 1917 a 1926, todo se halla desvencijado entre la maleza que cubre las vías y el cableado de electrificación que nunca se concluyó. Un deterioro acentuado, desde su cierre, durante 40 años: del muelle en el que se embarcaban las ovejas hacia la Extremadura, del poblado, que cuenta con varias casillas; y tres pabellones inspirados en los vagones, y como máquina el edificio primero para los ferroviarios desplazados, donde ahora el pastor Gaspar, de la iglesia de Filadelfia, los fines de semana eleva la voz hacia el éxtasis. Igual infortunio han corrido la rotonda y el depósito de locomotoras. Hoy este poblado, desde La Zapata, lo habitan las sagas de portugueses trasmontanos, cuatro familias, llegados a la ciudad en el crudo invierno de 1985, y varios matrimonios de gitanos locales o mixtos; un total de 34 vecinos. De la comunidad portuguesa, se mudó a las cercanías, en el camino a Nistal, hará tres lustros, Leonor dos Anjos, al poder adquirir a Pedro ‘el Sastrón’ la finca con nave que habita. La carretera se llevó a su marido, a su robusto hijo Alejandro, la salud es quebradiza, pero devuelve el saludo, ante la fogata, como si abrazara. Vienen siendo muchos estragos, pero su rostro, aunque tiznado por el permanente fuego, el sol y el viento con polvo, aún es viva estampa de la mujer gitana de Julio Romero de Torres.
