Pasando el puerto – M.A. Macía
Llega a tal nivel de descomposición la vida política de esta nación que vamos aceptando -otros dicen tragando- verdaderas barbaridades. Anestesiados los quiere el Señor. Así hemos aprendido a superar el anhelo del ladrón que a los pies de San Dimas rogaba que lo nombrasen para un puesto donde hubiese de robar. Porque ya lo de meter la mano en el cajón se acepta como una mala costumbre que por frecuente se convierte en manía y así debe ser aceptada. Pero el salto del tigre que en la actual oleada de corrupción ha supuesto el trato sobre las mujeres tanto de palabra como de obra es realmente inaceptable y vomitivo. Escuchar a esos personajes orondos de poder en sus tratos con las chicas como quien trata con vacas o ver ahora sus caras y oír sus testimonios es repulsivo. El daño que estos hechos hacen a la justa causa feminista es enorme. Un salto hacia atrás que ni siquiera firmaría la tan traída y llevada ultraderecha que de tanto invocarla todo lo debe llenar. Una degradación moral que deja permanentemente en el aire la pregunta: pero está tropa de dónde diablos sale.
