Pasando el puerto – M. A. Macía
La naturaleza viscosa y blanduzca del cerebro humano se custodia dentro del puzle de huesos que conforman la cabeza para evitar goteos y desparrames.
El cráneo humano adulto es robusto, pero no irrompible; de forma más o menos esférica y frecuentemente proporcionado al cuerpo que gobierna. A diferencia del cráneo de pongamos por caso los carneros no está preparado para dirimir las diferencias mediante golpes y por eso los humanos arreglan sus cosas con la palabra, aunque no siempre. Si bien los huesos del cráneo están convenientemente soldados entre sí, la ciencia no ha aclarado todavía si su dureza persigue proteger al cerebro de ataques exteriores o evitar que reviente cuando escucha tonterías mayúsculas de aquellos a quienes se les supone un cerebro programado con la función exclusiva de no pronunciarlas. Esto es, cuando el ministro Puente deja de lado su obligación de solucionar problemas y los traslada a los viajeros diciendo que por tener trenes viejos sufriremos caos ferroviario y por tener trenes modernos también sufriremos caos ferroviario.
Su cerebro fresco para pronosticar tres años de caos requerirá un casco resistente como se acerque a explicárselo a cualquier pasajero tirado por esas vías de nuestra España.
