J.J.A. PERANDONES – La tolva
No es dado el obispo Jesús Fernández a ningún agasajo, pero acertado ha estado el Cabildo con el obsequio, en su despedida de la diócesis, de un báculo. En su nuevo ámbito episcopal todo parece más concentrado y grandioso: la mezquita catedral, en la cercanía de un Guadalquivir que se ensancha generosamente, un territorio con el triple de fieles, cerca del doble de sacerdotes, y una diferencia abismal en cuanto al número de parroquias; en la diócesis asturicense 970 y en la cordobesa 231. Sin embargo, al contrastar el legado de la historia en ambos obispados, se aprecia cómo estas ciudades, primero romanas y después episcopales, conservan al unísono un ancestral valor religioso, patrimonial, incluso artesano y de la platería. Entre las insignias litúrgicas de este querido obispo, con él han peregrinado la cruz pectoral, de Peñalba, deferencia a su llegada, en 2020, del Ayuntamiento, el anillo de la diócesis y este báculo de su despedida catedralicia. El orfebre Santos ha sido el artífice de la cruz y del anillo, y en conjunción con Proceso Arte 8, del preciado báculo. En verdad simbólico: empuñadura con su escudo cincelado, y los esmaltes en frío de Santo Toribio, Cristo de las Aguas y La Majestad. Bajan para el sur estas joyas testimoniales, y probablemente desde aquellas tierras de los omeyas llegó a nuestra diócesis otra joya, el esenciero árabe, muestra del arte califal, con once siglos de antigüedad.
