J.J.A.PERANDONES – La tolva
Nos alegra el griterío infantil al pasar junto a un patio escolar, y acongoja la silenciosa muerte, y más cuando arrebata en años de plenitud la vida de astorganos involucrados en ese quehacer, imprescindible, para que esta ciudad disfrute un lustre de religiosidad, de cultura, de deporte, de fiesta. Javi se fue el martes, 13, sin permitir a la enfermedad estragar su juvenil físico, tan armonioso, acorde con ese semblante que solo alcanza quien lleva dentro la espontaneidad, la autenticidad y frescura. Aunaba grandes virtudes: la nobleza del padre, Vicente del Palacio, entregado maestro de obras del ayuntamiento y que un día se nos fue en un suspiro; la arrolladora simpatía y vitalidad de Paquita García, su madre; la templanza del hermano Nicolás, fallecido en plena juventud; la atinada y justa palabra de su otro hermano, José Luis. Casó con Neli, de familia que gusta del arte, de la música y de la originalidad: tales para cuales, entre otras hazañas, “La chirijota” carnavalesca, la última en la Plaza con el lema ‘paz’ a las espaldas. Una multitud de vecinos, miembros de sociedades culturales, deportivas…, lo despidieron en el tanatorio, o en la iglesia con emotiva predicación de Juanjo, el párroco cercano. Javi donó algunos órganos de su cuerpo para que la ciencia investigue en bien de la humanidad, una atención suya, una más, pues “finis vitae sed non amoris”: se acaba la vida pero no el amor.
