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viernes, noviembre 7, 2025

Fuga del paraíso

“Español es el que no puede ser otra cosa”- Antonio Cánovas del Castillo. Estadista español

Enrique RAMOS CRESPO

La atribución de la frase de Cánovas que subtitula esta página está nada menos que en los Episodios Nacionales de Pérez Galdós. Recoge el novelista canario cómo en los pasillos del Congreso un equipo capitaneado por Alonso Cano se afanaba en elaborar la Constitución de 1873 y recurrieron a la reputada sapiencia de Cánovas del Castillo para que les aportase una frase preambular para la Carta Magna digna de tan ilustre documento. Casi todas las constituciones empiezan definiendo lo que es el país o lo que son sus nacionales y al veterano político le reclamaban una consigna lapidaria para solemnizar aún más el texto. Fue ahí cuando el político malagueño dijo: “Ponga que español es el que no puede ser otra cosa”. Y es que Cánovas, había vivido durante el siglo casi de todo: nació cuando buena parte de los estados americanos acababan de independizarse de España y en el momento en el que le hacían la pregunta, cubanos, puertorriqueños y filipinos luchaban por irse también; exactamente igual que los rifeños en el norte de África. Por si fuera poco, para entonces, el nacionalismo catalán empezaba a formularse ya y el carlismo mantenía una guerra civil cuyas consecuencias más visibles fueron el nacionalismo vasco. Parecía que cualquiera que pudiera dejar de ser español por traído por los pelos que fuera el argumento para hacerlo, se apartaba de la condición de nacional de España.

No he podido dejar de asociar la frase del estadista y su contexto esta semana cuando las autoridades alavesas y vascas han anunciado que van a dar otro tiento para que a finales de esta década, el Condado de Treviño se incorpore al territorio de Álava. Han amenazado que, como herramienta, si ese pedazo de tierra de la Llanada formado por dos ayuntamientos, no se integra en el País Vasco, suspenderán los acuerdos para otorgar servicios que, en especial sanitarios, les provee Vitoria. Me pinchas y no sangro, oye: resulta que los treviñeses tampoco quieren ser de Castilla y León. Pues no me lo explico, si según el ínclito Mañueco vivimos en las tierras donde las montañas manan leche y miel, no acabo de ver por qué los vecinos de Treviño y la Puebla de Arganzón prefieren ser alaveses a burgaleses.  A ver si va a pasar como en la España de 1873 y resulta de “castellanoleoneses” son los que no pueden ser otra cosa.

Los habitantes del condado han manifestado en repetidas ocasiones que quieren ser integrados en la provincia vasca. Incluso en 1940, el gobierno civil de Burgos promovió un referéndum en el que mayoritariamente los vecinos de aquel momento quisieron ser alaveses; pero el estado posbélico regido por el general Franco anuló convocatoria y resultado. Por lo que fuera, el gallego era de pocas elecciones.

Treviño es un anacronismo medieval. Ya la partición en provincias de 1822, bastante parecida a la de ahora, se cargó un montón de enclaves y exclaves que pervivían como residuos de condados, marquesados y ducados. La reforma de 1834 de Javier de Burgos aparte de eliminar la provincia de Bierzo-Valdeorras y un par de ellas más, mantuvo los linderos casi como los habían propuesto los liberales doce años antes. En todo aquello,  las provincias del actual territorio de Castilla y León son las que tienen más exclaves tanto dentro de la propia comunidad como en otras limítrofes: de los 26 enclaves que hay en España, 8, están en Castilla y León, de ellos uno en tierra de León: la Dehesa de San Lorente, que administrativamente es de Valladolid.

Que un territorio de menos de 11 hectáreas como la Dehesa, vecina de Mayorga, esté en una provincia a la que no pertenece administrativamente muestra hasta qué punto, con casi dos siglos de mapa político ¿consolidado?, aquí nos siguen chirriando algunas juntas.

Pues como los treviñeses, hay leoneses que tampoco quieren estar con Castilla. Solo que aquí la cosa está más complicada. No hay un primo de Zumosol como el poderío vascongado para acudir a su benéfico cobijo y, sobre todo, hay una población pastoreada por las terminales de la taifa vallisoletana: alcaldes, concejales, pedáneos, diputados provinciales, procuradores, diputados nacionales y senadores de PP, PSOE, Izquierda Unida, Podemos, Sumar…. que se encargan en sus parcelas de que el corral no se revolucione. En este proceso de doma y castración de León, están siendo colaboradores necesarios y suficientes todos los politicastros que desde hace cuarenta años ríen complacientes las gracias a sus jefecillos de Valladolid esperando como los perros vagabundos que les caigan unas migajas para aprovecharse de ellas mientras trabajan a favor de sus intereses y en contra de los de la colectividad (no hay más que ver cómo está la provincia en los últimos 30 años). Para ellos ser castellanoleonés es una empresa. Ellos sí que no quieren ser otra cosa.

ENRIQUE-RAMOS

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