SIN PASIÓN – Eduardo Sáez
Como buena parte de la gente, vivo horrorizado con la campaña militar israelí en Palestina.
Hasta el punto que llevo ya meses pensando que tras el hecho que en el pasado octubre desató la desproporcionada actualización de la mosaica ley del Talión que está llevándose miles de ojos por cada ojo y miles de dientes por cada diente, hay un atentado de falsa bandera; un pretexto generado por el propio agresor para desatar su ira.
Dentro de ese horror vive mucha más gente. Alguna de ella ha decidido hacer lo que, aseguran, no hacen los estados.
Mientras escribo esto veo como en Bilbao están abortando la meta programada de la etapa de la Vuelta a España porque un equipo ciclista que participa está financiado por el estado de Israel. No voy a recurrir a la manida expresión de “no hay que mezclar política y deporte” (fue Israel el primero que lo hizo patrocinando ese equipo, y también lo hacen ejemplares autocracias como Arabia Saudí, Emiratos Árabes o Bahrein y ahí callamos). Pero realmente este espectáculo ¿sirve de algo? ¿Netanyahu va a parar la operación porque la Gran Vía de Bilbao se inunde de banderas? ¿O a ver si quien sale a parar la carrera lo hace por ese complejo judeo-cristiano de culpa-expiación que nos deja en paz pensando que hicimos lo que pudimos por más que no sirviera de nada?