Enrique Ramos
“Todo necio confunde valor y precio” – Francisco de Quevedo. Escritor español
Existe una frase que suele abrir la puerta de muchos trabajos en una entrevista de selección de personal. En no pocas ocasiones, el entrevistador pregunta al candidato “¿cuánto quiere ganar usted?”. Aquí, normalmente, el aspirante se encuentra entre la espada y la pared: si pide demasiado, puede pensar que lo excluirán del proceso de selección y si pide demasiado poco imagina que lo aceptarían por menos de lo que en realidad estaban dispuestos a darle. Por eso, una frase que no suele fallar es contestar: “para saber yo cuánto cobro igual tienen que saber ustedes cuánto merezco”. Si se tiene ganas de quedarse con el trabajo, es algo que da puntos. Seguro
Se va la semana con los datos publicados por la Administración sobre las retribuciones de los cargos públicos. Casi siempre parece que nuestros concejales, nuestros alcaldes o nuestros presidentes de Diputación cobran una desmesura y, en cada momento que se publican, llegado el mes de noviembre, las odiosas comparaciones, tan periodísticas como inevitables (quizás por eso mismo) ponen en la picota a los mejor retribuidos. Piensa el vulgo que si uno lo hace por cinco, por qué otro lo tiene que hacer por ocho. Hemos sacado mucha punta en la provincia, incluyendo este Periódico, al hecho de que el alcalde de La Bañeza cobre 41.000 euros, algo más del doble que el de Astorga. Pues aquí va mi opinión impopular: yo no creo que Carrera cobre mucho y, aún más, pienso que Nieto, su homólogo astorgano, cobra demasiado poco. Más allá de lo que hagan y aporten, son cargos que asumen un deterioro de su vida particular y, sobre todo, unas responsabilidades, que de alguna manera han de retribuirse. Y claro, si pienso que los 20.000 euros al año de Nieto son poca cosa para lo que debiera ser lo que percibe un alcalde de Astorga, los menos de diez mil que cobraba su antecesor Perandones, ya me parece un dinero de alcalde mendicante.
Y lo mismo podría decirse de los haberes percibidos por el colectivo de concejales: cerca de 230.000 euros en un año frente a menos de 88.000 que EL FARO escudriñó en el último ejercicio con datos comparables en 2021. Pues lo de ahora tampoco me parece excesivo igual que lo de antes me resultaba raquítico y, si nos ponemos, casi indigno de la responsabilidad y el trabajo que se le puede imputar a un concejal. Sin embargo, en este capítulo ocurre que en la lógica del Ayuntamiento de Astorga, hay una quiebra notable de discurso: cuando estaban en la oposición vociferaban a quien quisiera escucharles que era un escándalo lo que cobraban los ediles, en particular alguno, del equipo de Gobierno. Llegados ellos al poder equilibraron al campeón de las retribuciones y derramaron dineros públicos de modo generoso sobre los ediles con responsabilidades ¿? hasta casi triplicar lo que para ellos había sido un escándalo. Si aplicamos la misma vara de medir, esto serían tres (o al menos 2,6) escándalos. Pero ahora se oye menos ruido y todo va bien ¿Seguro?
Se me puede decir que a la política no va a uno a enriquecerse. Cierto. Pero tampoco a estar como un cartujo caminando con agujeros en las suelas y vestido con un sayal de arpillera. Porque llegados a este punto podríamos pensar que al que cobra poco, tampoco podemos exigirle mucho, con lo que unas retribuciones modestas a nuestros cargos públicos nos darían una gestión mediocre… que es lo que hemos pagado.
El problema es cuando pagamos por primeras marcas y, a falta de inteligencia natural, nos llega gestión desarrollada por Chat GPT; es decir, mucha burbuja, poca sustancia; poca idea, mucha ocurrencia. Efectivamente, un cargo público bien retribuido, no es garantía de un desempeño brillante de sus responsabilidades igual que uno que decida cobrar menos, no tiene porqué hacerlo peor si lo que tiene de verdad es lo que de boquilla aseguran poseer todos: vocación de servicio y amor a lo público.
Los políticos y cualquier trabajador, deben tener unas percepciones suficientes porque, de lo contrario, se abre el portillo a justificar la corrupción: “oiga, que yo no cobro nada; si no me embolso esta comisión o si mi empresa u otra afín no consigue tal contrato, esto no funciona…” La labor de representante público suele ser absorbente e ingrata porque somete a escrutinio público a quien la ejerce y a menudo, gobernar supone decir no a ciertas personas o elegir el mal menor. Y ya que en ese gran proceso de selección pública llamada campaña electoral no podemos saber lo que merecerá antes de cobrar, tenemos una opción a la vuelta de cuatro años para poner en valor si han merecido lo que han cobrado. Hay gestiones tan lesivas, que ni gratis salen a cuenta.



