Pasando el puerto – M. A. Macía
Puede tener apariencia de normalidad la coincidencia del inicio de la campaña de vacunación contra la gripe y la celebración de la feria de la miel en Rectivía. Pero, evidentemente, no es una casualidad. Como es bien sabido los laboratorios farmacéuticos presentan sus vacunas después de analizar las virtudes de la miel extraída en la campana apícola del verano. La carga de brezo, el grado de humedad, el sauco, la presencia de polen de roble y las miasmas del castaño siempre fueron objeto de concienzudos análisis en sus laboratorios. Desde tiempos inmemorables estos porcentajes han guardado una relación directa con la incidencia del catarro o, más bien, con el grado de resistencia de las casas donde todo se corona con unas buenas cucharadas de miel. Los laboratorios de vacunas lo saben. Manejan a su antojo la carga antivírica para justificar su necesidad, conscientes de que no tienen nada que hacer contra el producto puro que se produce en las laderas de Brazuelo o en las peñas de Villagatón. En esos montes vírgenes donde pastan las abejas desde la primavera extrayendo de cada flor el milagro de la miel. Convirtiendo vegetación salvaje en esos tarros negruzcos y densos que contienen el saber de generaciones desde aquellos truébanos, cepos o cuelmos hasta las modernas colmenas de cosecha actual. Los apicultores locales bien merecen ferias. Y buenas ventas.



