Pasando el puerto – M.A. Macia
Astorga es una absoluta caja de sorpresas. Tanto en la superficie como en el subsuelo. La reciente aparición de una inusual tumba de plomo en las obras de ampliación de un supermercado en Rectivía escapa del terreno del asombro para adentrarse en el territorio de lo previsible, de lo ordinario -por común- en cuanto se rasca en una ciudad con tanto pasado. Más allá de las murallas, donde se concentra el corazón de la ciudad desde los primeros pobladores, los rastros de la grandeza ciudadana se extienden. Aunque bien mirado, el hallazgo era muy previsible. Encima de esta cama de plomo y ladrillitos bien cocidos que albergó último descanso de algún prócer hasta que rascó la excavadora se levantó durante años el taller metálico de los Hermanos Miranda, donde se retorcían hierros, se soldaban portillas y se cosían parrillas como una extensión natural del nicho de plomo que tenían debajo. El espíritu de este forjador encerrado en plomo sintonizaría con agrado el chirrido de las radiales y los graznidos del metal que retumbaban unos metros más arribaalforjár, por ejemplo, la verja que durante años lucía la entrada de la iglesia de Rectivía hasta que se hizo accesible. Plomo de tumba transformada en plata.
