J.J.A.PERANDONES – La tolva
Entre nuestros centenares de alumnos, a los que andan por los seis años, al incorporarse a la enseñanza obligatoria se les despierta un cosquilleo expectante.
No los han llamado como a nosotros, en los pasados 50 y 60, párvulos, pero no dejan de ser candorosos inocentes al iniciar la Primaria; entonces Enseñanza y hoy Educación. Uno se fija en los que tiene cercanos, y recuerda la senda por la que se encaminaba hacia la amurallada ciudad, con los pantalones de retales que la modista le había probado antes de rematarlos con la puntada definitiva, y que habían de ser duraderos, como su cartera de cuero, recién estrenada. Iba bien holgada: la enciclopedia de Álvarez, de primer grado, para dos cursos, con 7 asignaturas en su índice más “Urbanidad”; asimismo, el cuaderno de caligrafía, el de dictados y cuentas, un par de plumillas compradas en El Progreso, para mojar en el tintero incrustado en el pupitre, el papel secante, un lapicero de mina morada, y poco más. Entrar en la Primaria requiere, hoy en día, nueva mochila, a ser posible de marca y minuciosa elección. Han de proveerse de libros de texto, algunos en tres partes, independientes, para 7 u 8 asignaturas, más varios cuadernos, carpetas, estuche con lápices, rotuladores, tijeras, pinturas, neceser para Educación Física…Son otros tiempos, pero antes y ahora ninguna abundancia suplirá el buen tino de un entregado maestro, de una vocacional maestra.