Pasando el puerto – M. A. Macía
Ofrece indudable seguridad que una registradora de la propiedad sea la responsable máxima del transporte y reparto de la energía eléctrica. Con el mandato de Rajoy aprendimos que los registradores de la propiedad valen para todo. Pon registradores -políticos- y quita ingenieros. Su único freno es el titubeo antes de dar el salto, al cambiar el silencio de la inscripción y el traspaso de la hijuela al tomo donde inscriben con tesón monacal las cargas hipotecarias tras sufrida oposición. Pero una vez tomada la decisión y resuelta su excedencia ya no tienen más brida que el horizonte ni más frontera que el cielo. Nada se pone por delante de un registrador de la propiedad. Ni tiembla su pulso registral para organizar la indudable complejidad técnica del universo eléctrico ni tampoco al recibir el exorbitado pago anual por sus servicios, en parte también públicos. Como expertos en el uso de las palabras, herramienta clave de su oficio registral, llaman incidente al desastre y cero absoluto al apagón. Tan a oscuras nos quedamos como oscuras serán las explicaciones, de haberlas. Que quede registrado: abajo el conocimiento, arriba la ideología.
