La tolva – J.J.A. PERANDONES
Poco a poco el pequeño comercio o pequeña industria, de trato familiar, desde antiguo instalada, va desapareciendo; incluso aquellos rentables, pues pese al propósito de sus detentadores de alquilarlo, o venderlo, no hay adquirentes. Desde las vísperas de la Navidad, en la antigua calle de la Torre (por la casa fortaleza en ella existente hasta 1907), y que hoy es del sabio astorgano Marcelo Macías, el cartel “Se traspasa” figura en la trancada puerta de la Panadería Merino. Queda clausurado otro obrador de varias generaciones, así como el aroma a pan fermentado, el trajín de la furgoneta distribuidora, y las colas en la calle, a la espera de los frutos amorosamente elaborados a partir de esa espiga dibujada en el toldo y que ampara la puerta y el escaparate.. Son tres hermanos los que han gestionado el negocio, aunque preferentemente Jesús ha laborado en el obrador, Yompi en el reparto y Elda en la venta de la panadería. Tras el cristal de la puerta, cerca de la oferta de traspaso, se puede leer, en una carta de despedida, cuánto ha significado para ellos este oficio ancestral, «una etapa maravillosa de nuestras vidas», y cómo han llegado a convertirse, los clientes fijos y aquellos otros, visitantes, en «parte de nuestra familia, en testigos de nuestro esfuerzo y en la razón por la cual cada madrugada valió la pena». Solitaria recibirá esta calle a la madrugada y más escasa será la vecindad.