ENRIQUE RAMOS
Hay dos mecanismos que mueven el mundo: el sexo y la plusvalía – Alejo Carpentier. Escritor cubano
Corrió la semana previa como un polvorín una cascada de afloramientos, más que de denuncias, de mujeres que acusaban hasta a cuatro cargos públicos del PSOE de comportamientos non sanctos. Insinuaciones, acosos, sexuales y no sexuales…. Como el croupier del destino reparte cartas para todos, en la semana que se va, le ha tocado al PP y a Vox: se ha revivido la ya conocida del alcalde de Algeciras, han aparecido otras en Extremadura y hasta un responsable de redes sociales de Vox ha visto filtrarse unos mensajes personales suyos con un menor al que lo más gordo que le decía era que lo invitaba a su casa y si era más “de carne o de pescado”. Se supone que para no llamarse a engaño en el caladero en el que podía tirar la caña.
Así pues, ya están todos empatados a libidinosos. Ahora nos vamos al goal average: “vosotros decís que tenéis un código ético y que sois los defensores de las mujeres y bla, bla, bla…” y desde la otra acera les contestan “vosotros como os da igual y aunque tratéis mal a las mujeres os va en el ADN”…. En esas hemos andado estas semanas de entretenidos.
Los pecados de la carne, y aún más los intentos no consentidos, nunca han tenido buena prensa, pero a raíz del caso Weinstein, cuando mujeres del mundo del espectáculo norteamericano empezaron a piar por sus boquitas, se han convertido en pecado mortal. El tal Wenstein, además de agente de artistas y copropietario de una exitosa productora cinematográfica, era todo un depredador sexual que, según múltiples testimonios, se prevalió de su postura de poder para buscar regodeo en gran cantidad de actrices a modo de peaje para poder trabajar en el cine. A raíz de la denuncia de la primera actriz, Alyssa Milano, se viralizó un viejo lema que más de una década antes había puesto en marcha la activista negra Tarana Burke para visibilizar los casos de acoso invitando a las mujeres a perder el miedo a denunciar. Desde entonces, el “me too” (yo también) se ha convertido en la bandera de la denuncia de los casos de acoso sexual y en cualquier lugar donde se producen unos cuantos juntos como ha ocurrido en España en estas dos semanas, se recupera el lema a modo de metáfora.
Con estas cosas, de todas maneras, hay que tener cuidado, porque las carga el diablo y una pena de telediario no la levanta del currículum ni un taco de calendarios. Si al final se acredita que el pretendido acoso no fue tal, o un mal entendido o…. y resulta que al acosador le dan carpetazo y eso pasa dentro de dos meses o dos años, pocos se acordarán de haberlo puesto en la picota hoy de manera indebida. El vulgo sigue gozando del espectáculo de las ejecuciones públicas; lo mismo le da carbonizar a una bruja en Toledo en el siglo XVI que desmochar a un Borbón en la guillotina en París en el XVIII. Ahora, al menos, no se mata a nadie, pero se acaba con su reputación.
Esta misma semana, al hilo del “me too”, otro político que también se vio salpicado por ser un “amigo de tocar donde no eres bienvenido”, Íñigo Errejón, ha visto aliviado su procedimiento porque la Fiscalía se ha retirado de él al advertir que los indicios son tan endebles que no se considera en condiciones de defenderlos y se ha quedado solo la acusación particular. Si el juez da la razón a la Fiscalía y no encuentra reproche jurídico en Errejón, el ya ex político dirá “¿veis como no hice nada?” Aunque alguien desde el banco de atrás podrá susurrarle: “chato, que no te hayan pillado, no quiere decir que no lo hayas hecho”. Así, sobre la verdad jurídica siempre prevalecerá la pulsión popular a las ejecuciones ante muchedumbres: el populacho pensará: “malditos jueces, nos hay birlado otro espectáculo”.
Una vieja frase de este oficio asegura que no existe el periodismo de investigación; que todas las exclusivas salen básicamente de dos sitios: de contables infidentes o de parejas despechadas. Sexo y dinero, ya lo dijo Alejo Carpentier, mueven el mundo. Y es que la zona sur del ombligo sigue siendo uno de los espacios más vulnerables del ser humano y siempre está bajo sospecha. Hace unos días pasó por Astorga Andrés Pastrana, ex presidente de Colombia. Su nombre aparece en los listados de Jeffrey Epstein el suministrador de depravaciones a las elites mundiales. No está acreditado que Pastrana participara en ninguna de las orgías que el “convenientemente suicidado” Epstein organizó, pero la aparición de su nombre en una de esas agendas le ha colocado el sambenito. Ya solo torea en plazas de tercera.



