Pasando el puerto – M. A. Macía
El actual modelo de frenética actividad noticiosa permite que los asuntos relevantes se conviertan en ordinarios y viceversa en una suerte de nivelación por lo bajo presidida por la prisa. Quedan al mismo nivel y ocupan atenciones similares tanto la llegada de los drones a las fronteras polacas como la expulsión por doble tarjeta en el minuto decisivo, una revuelta combativa contra el sionismo se coloca a la altura una revuelta combativa apoyando el sionismo. En estos minutos impera la apertura de surcos humanitarios contra el aislamiento para denunciar la invasión y la masacre y, en lo inmediato, la lucha de corbatas -dejándose la piel- para suprimir el peaje del Huerna. El asunto dará para más o menos tiempo hasta que la siguiente bala se coloque en el cañón de la actualidad y derribe la frágil muralla de lo anterior. La marabunta de señales ofusca la atención y es comprensible que se opte por la desconexión como natural elección, que se sueñe con esa arcadia rosa y azul donde los asuntos son unívocos y tienen una sola respuesta. Mientras las cabezas elegirán vestir kipá o kufiya como camino simple ante problemas complejos y, frecuentemente, sin quitarse la boina, en una construcción imposible y aparatosa que, como mínimo, no facilita que transpiren las ideas.
